Licenciado (1974) y doctor (1987) en Ciencias Biológicas por la Universidad de Santiago de Compostela. Experto universitario en Métodos Avanzados de Estadística Aplicada por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (2011).

Becario del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (1975-1977) y catedrático de instituto (1977-1988). Se vinculó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1983. Su carrera científica se sitúa en la Misión Biológica de Galicia, donde fundó los grupos de Leguminosas (1988) y Biología de Agrosistemas (2013) y donde promocionó de científico titular (1988) a investigador científico (2004) y a profesor de investigación (2008). Se jubila este mes de octubre y continuará vinculado como ad honorem.

De marzo de 2019 a septiembre de 2021 fue delegado institucional del CSIC en Galicia.

Profesor en el Máster Universitario en Genómica y Genética (Universidad de Santiago de Compostela-Universidad de Vigo), miembro de la Comisión de Títulos de la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Galicia (ACSUG) y presidente de la Sociedad de Ciencias de Galicia y de la Asociación Española de Leguminosas (2006-2012). Internacionalmente, ha sido miembro del Coordinating Committee de Bean Improvement Cooperative (Estados Unidos, 2000-2015) y leader del Protein Crops Working Group de la European Association for Research in Plant Breeding (EUCARPIA, Holanda, 2013-actualidad).

Sus líneas de investigación son la biodiversidad agraria, la genética y mejora de leguminosas y las interacciones planta-microbiota.

El 4 de octubre cumples 70 años, con lo que por imperativo legal te jubilas. Continuarás vinculado a la MBG como ad honorem. ¿Cómo afrontas esta nueva etapa tanto desde el punto de vista personal como profesional?

La verdad es que cuando empiezas tu carrera profesional no piensas en la jubilación, y cuando llega, casi te coge por sorpresa, porque con frecuencia no se percibe explícitamente el paso del tiempo, y te encuentras igual que hace 40 años… aunque no sea así. Esta nueva etapa la voy a afrontar como he hecho durante toda mi vida profesional, con ilusión y esfuerzo, y haciendo el trabajo lo mejor que pueda y sepa.

¿Cuáles fueron los motivos por los que fuiste prorrogando tu jubilación desde que cumpliste los 65 años? ¿Qué te anima, ahora, a continuar como ad honorem?

Supongo que hay muchas respuestas a estas dos preguntas. Una puede ser que quisiera continuar haciendo lo que me apasiona, que es la investigación. Y me apasiona desde niño, cuando quería ver microbios con una lupa x3 que me regaló mi padre con 12 años. También podría contestar que sigo en investigación porque no sé hacer otra cosa… Y también continúo porque tengo compromisos científicos, por ejemplo, varios proyectos en desarrollo y dos tesis doctorales en marcha que se deben completar. Creo que, en definitiva, es un cúmulo de respuestas y circunstancias que confluyen para que continúe desarrollando lo que ha sido mi vocación de vida. Por otra parte, algunos amigos y colegas que se retiran a mi edad, o antes, afirman que así tendrán más tiempo para su vida privada, familia y amigos. No obstante, en mi caso siempre he tenido una vida privada satisfactoria y activa; he tenido tiempo suficiente para una familia amplia y para mis amigos, con los que siempre me he reunido cotidianamente.

Hagamos un repaso por tu trayectoria. Te licenciaste en Biología en 1974 y comenzaste tu vida laboral en el ámbito investigador como becario del INIA y en el docente como catedrático de instituto. Posteriormente, realizaste tu tesis doctoral y comenzaste tu vinculación con el CSIC, ¿qué te motivó a cambiar la docencia por la investigación? ¿Te arrepentiste en algún momento de esa decisión?

Como ya he comentado, mi vocación ha sido siempre la investigación. Cuando llegué a la entonces Facultad de Ciencias de Santiago, nuestro profesor de Biología, Ernesto Viéitez, nos proyectaba películas en las cuales se veían cosas que a mí me parecían prodigiosas: magníficos laboratorios, universidades como la de Cambridge, Premios Nobel… y yo quería aquello (aunque sabía que era una ilusión). Estuve dos años de becario del INIA en el Centro Forestal de Lourizán, pero percibí que entonces no había allí mucho futuro, así que hice la oposición de catedrático de instituto. Era, y sigue siendo, un buen trabajo, pero no era lo mío, así que vine a la MBG y me aceptaron para hacer la tesis doctoral. Desde entonces aquí sigo y no me arrepiento, creo que tomé la decisión correcta para mis intereses profesionales al cambiar de trabajo. Sin embargo, la docencia me gusta, y la sigo llevando en mi interior. En este sentido, he sido profesor asociado de Genética en la USC 14 años y profesor-tutor de la UNED 21 años. Desde 2018 soy docente en un Máster USC-UVIGO.

¿Qué te aportó tu experiencia docente en esos años durante tu vida investigadora?

Creo que investigación-docencia forman un binomio indisoluble, hay un feed-back permanente entre estas actividades. Lo que aprendes o descubres en la investigación lo aplicas en la docencia, y por otra parte la docencia te abre a los intereses y las incógnitas que se planea el alumnado y esto despierta en ti nuevos intereses e ideas para investigar. Además, hay una vertiente de este binomio que es la formación de personal, que implica docencia e investigación. En este sentido quiero mencionar la realización de 16 tesis doctorales en el grupo de investigación, que he dirigido o co-dirigido, y todavía tenemos otras dos en realización.

¿Cómo recuerdas tus inicios en el CSIC, concretamente en la MBG? ¿Cómo era el centro entonces?

Desde 1983 han cambiado mucho las cosas en la MBG. Era un instituto muy pequeño (con cuatro investigadores, y uno no era del CSIC), no había estudiantes, y el sistema de funcionamiento era semejante al de muchos años atrás. Sin embargo, se disponía de una finca experimental muy bien equipada y con mucho personal experimentado, lo cual ayudaba en los trabajos experimentales de campo, que son la base de la mejora genética. Recuerdo esos años con cariño, aun siendo consciente de las limitaciones de entonces.

¿Qué queda del Antonio De Ron que en 1988 fundó su primer grupo de investigación, Leguminosas? ¿Por qué optaste por ese tipo de plantas para desarrollar tus investigaciones?

Me incorporé a la plantilla de la MBG en 1988, y seguía trabajando con maíz, que era el cultivo en el cual había hecho mi tesis doctoral, dirigida por Amando Ordás, ad honorem en la actualidad. Entonces llegó un nuevo investigador de la Universidad de Córdoba, Juan Gil, que investigaba en leguminosas y abrió una nueva línea en judía, la leguminosa más importante en Galicia. Gil estuvo poco tiempo y Amando Ordás, quien entonces dirigía la MBG, me propuso continuar esta línea de trabajo, así que se creó el grupo de Leguminosas en 1988-1989, trabajando en judía, aunque después se añadieron otras especies.

En tu “haber” investigador figuran 44 proyectos competitivos y contratos de investigación como investigador principal o responsable, la autoría de 27 libros y 56 capítulos de libros, 68  artículos internacionales indexados y otros 155 no indexados, además de seis nuevas variedades de leguminosas registradas, entre otros logros. ¿Cómo consideras que ha cambiado la investigación en general en estas décadas?

En los últimos años ha habido una auténtica “revolución” en la investigación biológica. Por una parte, las Ómicas (Genómica, Transcriptómica, Proteómica, y Metabolómica) cambiaron totalmente un panorama de investigación biológica, basada fundamentalmente en experimentación de campo, aunque ya se iniciaba el estudio genético de las proteínas. Por otra parte, las TIC han supuesto un cambio radical en el intercambio de información científica y en el procesamiento de datos. Adicionalmente, la preocupación por la salud también ha influido en las investigaciones relacionadas con cultivos para consumo humano, como es el caso de la MBG. Y, por último, ya más recientemente, la necesidad de afrontar retos globales, como la protección del medio ambiente y la mitigación del cambio climático ha redirigido, en muchos casos, nuestras líneas de investigación.

Entre otras investigaciones, dirigiste proyectos internacionales como “Germoplasma silvestre y primitivo de Phaseolus, un recurso para mejorar la producción y la calidad del poroto o la judía Común”, “Análisis de la variabilidad del germoplasma silvestre y primitivo de Phaseolus spp para su uso en programas de mejora genética de las especies cultivadas”, “Nitrogen symbiotic fixation in the genetic diversity of common bean” o “Recursos genéticos de judía común (Phaseolus vulgaris L.) y sus rizobios asociados en suelos de su centro de origen andino”. ¿Alguno de estos citados o algún otro que quieras destacar especialmente por la contribución a tus líneas de investigación?

Debo destacar el proyecto PHASELIEU (1998-2001), en el cual coordiné a 13 grupos de investigación participantes, que supuso un punto de inflexión en mi carrera científica de investigación en leguminosas. Ha sido el único proyecto de investigación financiado por la Comisión Europea enfocado específicamente a judía hasta ahora. Ello me abrió las puertas a muchas colaboraciones con los principales grupos de investigación europeos dedicados a un cultivo de dimensión mundial como es la judía.

 

En cuanto al ámbito de la transferencia, ¿cuáles han sido tus principales logros?

La transferencia suele surgir, en el ámbito de los cultivos, tras bastantes años de dedicación al estudio de la diversidad y a la mejora genética. Como resultado de ello he sido obtentor o co-obtentor de cuatro variedades de judía, una de guisante y una de caupí. Dos variedades de judía (Galaica y Do Marisco) se encuentran en explotación y son variedades que tienen repercusión especial en la agricultura de Galicia, y en particular, en la IGP Faba de Lourenzá. El guisante Deza, también está en explotación para la producción de harinas para alimentación animal, como fuente de proteínas alternativa a la soja.

También has apostado siempre por la divulgación.  ¿Por qué esta sensibilidad por acercar al público general tus investigaciones? ¿Hay alguna iniciativa promovida por ti o en la que hayas participado estos años que quieras resaltar?

Teniendo en cuenta que mi carrera profesional, tras un breve período de becario, se inició como catedrático de Ciencias Naturales en un instituto, siempre quedó en mí el interés por transmitir, especialmente a los jóvenes, la vocación por la ciencia y la tecnología. Ya en el CSIC, siempre defendí la necesidad de promover la divulgación y la cultura científica a la sociedad, y encontré el apoyo de la institución, tanto por parte de la Organización Corporativa como de la Delegación en Galicia y de la MBG. En particular quiero destacar la Semana de la Ciencia que se celebra en Pontevedra y va por su XII Edición. La organiza la Sociedad de Ciencias de Galicia, de la que soy presidente, y la MBG tiene un papel muy relevante desde los comienzos. En paralelo convocamos un Concurso Escolar de Dibujo, a escala nacional, que atrae a muchos participantes y nos da la satisfacción de ver participar al alumnado de 6-11 años en la vida científica.

Como investigador, has apostado por la figura de Unidad Asociada. De 2014 a 2017 fuiste el investigador responsable por la MBG de “Sistemas Agroforestales”, con la Estación Fitopatolóxica Areeiro. ¿Qué destacarías de esta colaboración?

La colaboración de la MBG con la Estación Fitopatolóxica Areeiro, de la Diputación de Pontevedra, se remonta a 1988, cuando se realizaron allí los primeros análisis de patógenos de judía. Posteriormente también se llevaron a cabo análisis de suelos de la MBG en la Estación y la colaboración en cursos y en tesisdDoctorales. Finalmente, en 2007 comenzó la Unidad Asociada, que en 2014 se denominó “Sistemas Agroforestales”, y de la cual sigo formando parte. Actualmente, además de los análisis de plantas y de suelos, colaboramos en un Máster y en la dirección de una tesis doctoral, además de realización de tareas conjuntas para publicaciones y congresos.

En 2022 has sido nombrado el investigador responsable por la MBG de la unidad “Biocontrol de Cultivos”, con la Universidad de Santiago de Compostela. ¿Cómo surge y cuáles son sus objetivos?

Esta Unidad Asociada surge por la circunstancia de que Fernando López, investigador científico del CSIC en la MBG -concretamente, en nuestro grupo- se encuentra en el Centro Singular de Investigación en Química Biológica y Materiales Moleculares  de la USC. De ahí surgió la idea de colaborar y recientemente se plasmó en esta nueva Unidad Asociada, que por parte de la USC dirige el José Luis Mascareñas, y que está comenzando su andadura en tareas conjuntas en el estudio de la interacción de las plantas con los microorganismos del suelo y sus metabolitos.

Una de tus últimas contribuciones científicas es el capítulo “Common Bean Genetics, Breeding and Genomics for Adaptation to Biotic Stress Conditions”, publicado en el libro “Genomic Designing for Biotic Stress Resistant Pulse Crops”. ¿Cuál es su relevancia?

Como ya se menciona anteriormente, he editado varios libros y participado en numerosos capítulos. En este caso nos invitó Chittaranjan Kole, editor de numerosos libros científicos con quién habíamos colaborado anteriormente, a coordinar un capítulo del citado libro. Mi colega Paula Rodiño y yo mismo coordinamos a otros 18 autores de Europa, América y África para escribir ese capítulo, texto que considero una aportación importante en la investigación en judía que actualiza muchos conceptos, en un mundo de investigación muy cambiante, ya que se refiere a la resistencia a enfermedades, desde el enfoque de la Genómica.

¿Podrías decirnos cuáles han sido los momentos más complicados y más dulces de tu etapa como jefe de grupo?

Es difícil concretar esto de una manera binaria: momento dulce/momento complicado. Para un investigador responsable de un grupo momentos dulces son la consecución de nuevos proyectos, la presentación de una tesis doctoral o una publicación relevante. En la cara opuesta, son complicados los momentos en que te deniegan un proyecto, que, en nuestro caso, han sido muy escasos.

¿Quiénes han sido, en todas estas décadas de investigación, tus referentes y por qué?

Mi primer referente, mi maestro, ha sido mi director de tesis doctoral, Amando Ordás. En el ámbito de la investigación en leguminosas mi referente ha sido siempre José Ignacio Cubero, actualmente emérito en la Universidad de Córdoba. Internacionalmente, debo mencionar Shree Singh, estadounidense nacido en la India, actualmente retirado, que fue la referencia de casi todos los investigadores en el mundo de las leguminosas hasta hace muy poco.

¿Quién o quiénes darán ahora continuidad a tu legado en el mundo de la investigación, qué base les dejas y qué consejos les darías?

Creo que, por el momento, soy mi propio continuador… Veremos en un futuro próximo.

¿Algo que te gustaría haber logrado y que no haya sido posible?

La respuesta incluye la pregunta anterior: tener una sucesión clara en el liderazgo del grupo.

¿Cómo va a ser ahora tu relación con la MBG a través de la figura de ad honorem?

Creo que no habrá cambios sustanciales. Seguiré haciendo mi trabajo lo mejor que pueda y sepa.

Concluyamos poniendo el foco en el grupo. ¿Cuáles son sus cometidos y en qué investigaciones estáis?

En 2013 el grupo de Leguminosas pasó a denominarse Biología de Agrosistemas, ya que se incluyeron aspectos transversales relacionados con la interacción de las plantas con su agrosistema, es decir, con el suelo, clima, microorganismos, etc. Seguimos con la investigación en leguminosas, tanto en el estudio de la diversidad como en genética y mejora genética, y hemos potenciado nuevos aspectos de investigación en la interacción planta-microbiota del suelo. Este es un mundo apasionante, al alza en estos momentos, ya que se está comprobando el destacado papel de los microorganismos del suelo en el crecimiento y la sanidad de los cultivos, en la conservación del medio ambiente y en la mitigación del cambio climático, mediante la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.