Investigadora científica del CSIC en el Instituto de Investigaciones Agrobiológicas (1965-2004).
Directora del IIAG (1984-1994).
Coordinadora Institucional del CSIC en Galicia (1992-2002).
Licenciada en Farmacia (1957) y Doctora en Farmacia (1964) por la Universidad de Santiago de Compostela, completó su formación en las Facultades de Ciencias de las Universidades de Lausanne (Suiza) y en la de Montpellier (Francia).
Ingresó en el CSIC en 1965, desarrollando su carrera científica en el IIAG, en el Departamento de Fisiología Vegetal del IIAG. También fue profesora de Botánica de la Universidad de Santiago de Compostela (Facultad de Farmacia, 1957-1965; Facultad de Ciencias,1969-1973).
Sus áreas de investigación comprenden la fitosociología, la fisiología y bioquímica vegetales, con especial dedicación a las hormonas y a los productos del metabolismo secundario en relación con el crecimiento vegetal y la propagación de especias forestales nobles (castaños y robles).

Estudió Farmacia en la Universidad de Santiago de Compostela en la década de los 50, ¿por qué eligió esta carrera?
Siempre me habían interesado las Ciencias Biológicas, pero al no haber facultad en aquel entonces en Santiago de Compostela me decanté por la carrera más afín, Farmacia. En aquellos años en Santiago había cinco facultades (Derecho, Ciencias Químicas, Filosofía y Letras, Medicina y Farmacia), y en España Farmacia sólo la había en Santiago, Barcelona, Granada y Madrid, por ello era la más cosmopolita.
¿Cómo recuerda sus años en la universidad en aquella época (especialmente desde la perspectiva de género)? ¿Había muchas mujeres?
En Fonseca, Facultad de Farmacia entonces, había estudiantes (mujeres y hombres) de casi toda España, la mayoría con progenitores farmacéuticos. Recuerdo que los gallegos estábamos en minoría y de Santiago pocos, en mi curso, éramos cuatro compostelanas, pero tenía compañeras de otras ciudades de Galicia y de distintas provincias, con las que todavía me relaciono. Los estudiantes “de fuera” se alojaban en colegios mayores masculinos, residencias femeninas y pensiones, estaban todo el curso en Santiago y sólo regresaban a sus casas en vacaciones. Se gestaron muchos matrimonios y se crearon amistades para toda la vida.
Posteriormente, optó por la carrera investigadora, doctorándose en Farmacia con la tesis “La vegetación del Partido Judicial de Caldas de Reyes”. ¿Qué le animó a optar por este camino y no por uno más tradicional, como farmacéutica?
En los últimos cursos de la carrera, participé en trabajos sobre la vegetación de Galicia que se realizaban en la Cátedra de Botánica, y de ese modo me inicié en la investigación. Además, recuerdo con especial afecto que en esa cátedra había una sección del “Instituto Antonio José Cavanilles” del CSIC.
¿Qué supuso para usted obtener el título de doctora?
Al finalizar la carrera, con Premio extraordinario, era una magnífica situación para continuar el Doctorado en Botánica y acepté la propuesta, suponía un reto. Del curso solamente 2 compañeros y yo lo conseguimos
Con la preparación adquirida, me interesé por un conocimiento más dinámico de los vegetales. En concreto, me centré en su fisiología, especialmente en temas relacionadas con las hormonas de crecimiento. El título de Dra. me permitió incorporarme, como becaria posdoctoral, a la sección de Fisiología Vegetal del por aquel entonces Centro de Edafología y Biología Vegetal del CSIC en Santiago de Compostela, y trabajar en un proyecto subvencionado por el Agricultural Research de Estados Unidos. En 1965, como colofón a todo ello, fui nombrada, por concurso de méritos, ayudante científico del CSIC.
Completó su formación en el extranjero, ¿qué diferencias recuerda entre el sistema universitario español y el internacional en la década de los 60? ¿Qué supuso para usted esa experiencia?
Realmente no encontré grandes diferencias. Allí había muchos doctorandos que también colaboraban en las clases prácticas, había bastantes mujeres, muchos doctorandos de otros países. Para mí, el intercambio de opiniones sobre las investigaciones hizo que incrementase mi conocimiento y me abriese a nuevos horizontes.
Ejerció como profesora de Botánica en la USC ¿Qué fue lo más gratificante y lo más duro?
De la docencia lo más gratificante fue el trato y la cercanía con el alumnado, especialmente en las clases prácticas y en excursiones para conocer la rica y variada vegetación de Galicia. Recuerdo que esas actividades más lúdicas eran los domingos, mientras que había clases teóricas de lunes a sábado. En cuanto a las dificultades, las he olvidado.
Tengo entendido que entre sus alumnos universitarios se encontraron hombres y mujeres que después optaron por la carrera investigadora y llegaron a las principales escalas científicas del CSIC.
Efectivamente, y me alegra si en algo he contribuido a ello. No obstante, creo que el hecho de que desarrollasen esa carrera científica se debe, sobre todo, a su capacidad y constancia en el trabajo, pues era un alumnado muy bueno.
Fue directora del IIAG entre 1984 y 1994. ¿Cómo era el centro en aquellos años? ¿Cuál era su situación y sus principales dificultades?
Constaba de dos Departamentos: Edafología y Fisiología Vegetal. Las principales necesidades pasaban por mejorar la infraestructura y modernizar los laboratorios. Los recursos, como ahora, eran limitados, y los investigadores teníamos que acudir a convocatorias nacionales y autonómicas y más tarde a las europeas, para obtener financiación para proyectos de investigación e infraestructuras. Un gran avance supuso la inauguración del CESGA en 1993, participado por la Xunta de Galicia y el CSIC, que permitió disponer de presupuesto especial para la adquisición de material informático para los grupos de investigación.
¿Cuáles eran las principales investigaciones del IIAG en aquellos años?
En líneas generales, en Edafología los trabajos se centraron en la prevención de los incendios forestales y en la recuperación de los suelos quemados. En Fisiología Vegetal, las investigaciones se orientaban a la aplicación de la Biotecnología a la propagación y mejora de especies forestales, y a estudios histológicos y bioquímicos relacionados con la formación de raíces en esas especies; en ambos casos, se obtuvieron grandes logros que figuran en publicaciones de la época.
En 1992 la nombraron delegada institucional del CSIC en Galicia. Ha sido, hasta la fecha, la única mujer en ostentar el cargo. ¿Qué recuerda de esos años?
Mi primera intervención como delegada fue asistir con el Presidente del CSIC, a la firma del convenio de colaboración CSIC-Xunta de Galicia en 1992 para la creación del CESGA, acuerdo que se había gestado en años anteriores. El edificio del CESGA se construyó en terrenos cedidos por el CSIC, parte de la finca experimental del IIAG. En ese momento compaginaba el cargo de delegada del CSIC en Galicia como el de directora del citado instituto, lo que facilitó las gestiones para que el Instituto conservara parte de la finca para sus investigaciones. La creación del CESGA ha sido muy importante, pues con su apertura en 1993 se pusieron a disposición de la comunidad científica unos servicios avanzados en computación de los que se carecía.
¿Cuál fue la principal dificultad a la que tuvo que hacer frente en aquel periodo la Delegación Institucional del CSIC en Galicia?
La transformación del IEGPS como centro mixto CSIC-Xunta de Galicia, lo que supuso una nueva ubicación para ese instituto, en San Roque, y un nuevo destino para sus antiguas dependencias, en el Franco, sede actual de la Delegación.
¿Cree que la investigación, gestión y dirección la ejerce de un modo diferente un hombre que una mujer?
No, cada persona tiene su manera de actuar, que no siempre es la misma pues depende de las circunstancias, del momento y del tema.
¿Qué opina de las cuotas de género?
En mi caso he llegado sin cuotas, pero entiendo que puedan ser convenientes para acelerar la igualdad, pues todavía queda mucho por hacer.