Doctora en Historia Medieval por la Universidad de la Sorbona-París IV y directora de investigaciones emérita del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Estuvo vinculada al Centro “Études Méridionales” de Toulouse (1982-1990) y, posteriormente, al “Centre de Recherches Historiques” (CNRS-EHESS) de París (1990-2014).
Desde de 2021 es doctora vinculada al IEGPS.
Su trayectoria investigadora se inició con un estudio de historia urbana (“Valladolid en la Edad Media”), se amplió con el análisis de la “Génesis del poder” a finales de la Edad Media en la Península ibérica y se orientó finalmente hacia la historia cultural ibérica a lo largo del período medieval. Además, ha dedicado especial atención a la historia de la peregrinación a Santiago de Compostela.
Ha sido presidenta de la Société Française des Amis de Saint Jacques de Compostelle y de su Centro de Estudios Compostelanos (1999-2016) y co-directora de la Cátedra “Camino de Santiago y las Peregrinaciones” (Xacobeo-Catedral de Santiago-Universidad de Santiago de Compostela, 2016-2019).
Miembro del Comité International de Expertos del Camino de Santiago del Xacobeo (desde 2010), del Comité Científico de las revistas “Ad Limina” “Compostellanum” y “Cuadernos de Estudios Gallegos”, así como de la Agence Français des Chemins de Compostelle (desde 2025).
Miembro de la Société Nationale des Antiquaires de France, y correspondiente de la Real Academia de la Historia (España), de la Academia Mexicana de la Historia (México), de la Academia Portuguesa da História (Portugal), de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (España) y del Centro de Investigação Professor Doutor Joaquim Veríssimo Serrão, Santarem (Portugal).
Ha estado recientemente en Santiago de Compostela con motivo del coloquio internacional “De Conques a Santiago de Compostela. Textos, monumentos, actores”, evento académico que ha dirigido, y en Toulouse, donde se celebró el coloquio internacional “Les chemins de Compostelle, itinéraire culturel européen et patrimoine mondial: Histoire, enjeux et perspectives”, que co-dirigió.
Cuenta con más de cinco décadas de trayectoria investigadora, siendo pionera y referente en su campo. ¿Qué queda de la Adeline Rucquoi de sus inicios?
Pues el mismo gusto por la investigación, la misma curiosidad por descubrir y entender.
¿Cómo ha cambiado en estas décadas la investigación según su visión?
Creo que las imposiciones burocráticas de “productividad” han, progresivamente, impedido una reflexión en profundidad y una interpretación personal de los fenómenos estudiados. La investigación se traduce cada vez más no en obras de referencia, sino en artículos rápidamente escritos sobre temas limitados, a menudo locales, descritos antes que interpretados. ¿Quién se puede permitir pasar diez o veinte años profundizando un mismo tema sin que se resienta su carrera? Las propias tesis de doctorado deben realizarse en un tiempo tan limitado que no dan lugar a una reflexión por parte de su autor o autora, que no tiene más remedio que “contar” lo que ha leído en su documentación. Según su etimología, una “tesis” es una “conclusión”, une “proposición que se mantiene con razonamientos”, la “opinión de alguien sobre algo”, opinión personal que el “alguien” está dispuesto a defender ante el tribunal de sus pares. Todo ello requiere tiempo y maduración. No se da ya al historiador ese tiempo.
¿Cuál ha sido, hasta la fecha, el momento más grato y más ingrato en su trayectoria investigadora?
Cualquier investigación va acompañada de momentos ingratos (no encontrar los datos buscados, no acceder a un archivo, no tener tiempo suficiente para reflexionar antes de escribir) y de momentos gratos (todos los otros).
Está considerada como una de las grandes referentes internacionales en la investigación sobre los estudios jacobeos. ¿Cómo valora lo alcanzado en esta línea de investigación y en qué cree que se debe profundizar más?
El tema jacobeo cubre más de un milenio de historia europea. Abarca no sólo la dimensión religiosa (o espiritual, si se prefiere), sino también aspectos sociales, jurídicos, económicos, artísticos, literarios y hasta políticos. Los fundadores de las primitivas asociaciones de “Amigos de Santiago de Compostela” o el “Comité internacional de Expertos del Camino de Santiago” en sus dos primeras décadas dedicaron sus esfuerzos a esos estudios a través del tiempo y el espacio.
Sin embargo, las nuevas generaciones no parecen seguir esas huellas. Queda mucho por investigar, en particular en los archivos de hospitales, en relatos de peregrinación, en países poco estudiados como los de Europa oriental o septentrional, para, en particular, distinguir la devoción a Santiago (manifestada en la fundación de iglesias, capillas, estatuas, pinturas, fiestas en honor del apóstol, etc.) de los “caminos” de peregrinación (una iglesia, un hospital o un solo relato no hacen un camino). Demasiado a menudo se inventan caminos que no tienen historia, tan sólo para complacer a una institución pública o una asociación. Que se crean nuevos caminos es una prueba de la vitalidad de la peregrinación, pero que se les invente un pasado que nunca existió va en contra de la investigación científica.
¿En qué momento entra en contacto con el CSIC y, en concreto, con el IEGPS?
Con el CSIC en cuanto empecé mis investigaciones en España, allá por la década de los 1970. Y con el IEGPS en 1994, bajo la dirección de Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, con quien había entablado amistad anteriormente cuando él desarrollaba su labor en el Instituto de Historia del CSIC.
¿Qué diferencias y semejanzas encuentra entre dos instituciones tan relevantes como el CNRS y el CSIC?
Los investigadores del CSIC disponen de edificios, bibliotecas y despachos propios mientras que los investigadores del CNRS están sistemáticamente adscritos a equipos de investigación creados y basados en universidades o grandes escuelas; no suelen disponer de despachos propios (en el caso de las ciencias humanas y sociales) y las líneas de investigación las definen los universitarios (y no los investigadores del CNRS).
En el caso del CSIC, creo que hay más facilidades para la investigación. En el caso del CNRS, hay una mejor (o se supone) interacción entre investigación y enseñanza. Dicho esto, en ambas instituciones hay investigadores “vocacionales” y otros que lo son menos. Y para los investigadores “por vocación”, ambas instituciones desempeñan el papel de los mecenas de antaño, cuyo prestigio se fundaba y se funda en los resultados de sus investigaciones.
¿Qué la anima tanto a continuar como investigadora emérita del CNR como a ampliar sus horizontes con otras instituciones como el CSIC a través de la figura de doctora vinculada?
El mero amor a la investigación, la posibilidad de abrir nuevos campos o plantearse nuevas preguntas, de colaborar con otros investigadores, de entender quizás mejor algo del pasado del ser humano en general.
Tomando como referencia su propia experiencia, ¿tendría alguna sugerencia en torno a esta figura de doctora vinculada?
Mientras no haya en los institutos programas de investigación “generales”, que agrupen alrededor de un mismo tema a todos los investigadores, me parece que la figura del “doctor vinculado” tiene más efectos administrativos que realmente eficaces (en cuanto a aportación intelectual). Sobre ese hipotético tema común, los investigadores de un mismo instituto podrían reunirse periódicamente, publicar, organizar coloquios o mesas redondas en los que todos participarían e invitarían a colegas de fuera, o ciclos de conferencias abiertas al público y dadas por todos los miembros sucesivamente para dar a conocer los avances de la investigación en un campo dado (siempre que no se limitase a temas locales).
¿Qué frutos ha dado hasta la fecha su labor como doctora vinculada al CSIC y en qué está inmersa en estos momentos?
Poa ahora, destacaría la organización de la Jornada “Entre Conques y Santiago de Compostela” a solicitud del actual director del IEGPS, Pablo Otero Piñeyro Maseda. A ello se une la publicación de un libro sobre la Reconquista (no había ninguno en francés), que acabo de entregar a una editorial francesa un gran trabajo sobre la historia cultural de la España medieval y tengo, con un colega dominico francés, el proyecto de escribir una vida de santo Domingo de Osma en su tiempo, reivindicando su origen y su formación en Castilla.
¿Qué horizonte vislumbra en la investigación histórica española y europea en general y dentro de sus líneas de investigación en particular?
La investigación en historia me parece estancada en estos momentos, por el peso y las exigencias de la burocracia. Hay poca innovación. No hay grandes líneas de investigación, y la obligación de publicar y publicar lleva a adoptar cualquier tema actual y “aplicarlo” superficialmente a la investigación histórica (el sexo, el “género”, la identidad, el colonialismo, la historia “autonómica” local, etc., etc.) con vistas a producir un artículo o dos al año. En el caso específico del fenómeno jacobeo, se nota el desinterés de sus promotores, más volcados hacia el aporte económico de la peregrinación actual que interesados en su particularidad y su historia. Muchas veces “se vive de” la historia, pero no “se hace” historia.
