Madrid, 1983

Jaime Almansa Sánchez es doctor e investigador postdoctoral en el INCIPIT-CSIC desde 2017.

Tras completar sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid y el University College de Londres, comienzó su carrera profesional como fundador y director de la empresa JAS Arqueología, desde donde llevó a cabo labores de consultoría en gestión del patrimonio cultural y otras actividades como la editorial. Dicha empresa sigue activa como asociación cultural.

Tras su primer proyecto en el CSIC con una ayuda postdoctoral de GAIN, donde estudió cómo se desarrolla la gestión del patrimonio arqueológico en relación con su contexto social en el entorno mediterráneo, ha desarrollado labores de gestión científica en ArchaeologyHub-CSIC y actualmente la Synergy Grant de la ERC XSCAPE Project on Material Minds.

Sus líneas de investigación son la arqueología pública y la gestión del patrimonio arqueológico.

Recientemente ha publicado, en editorial Almuzara, “Eso no estaba en mi libro de Prehistoria”.

¿Cuándo y por qué decidiste que tu vocación era la arqueología?

De adolescente ya me gustaba la historia y tenía en mente dedicarme a la docencia. Cuando tenía 16 años, un equipo del Instituto de Historia (IH-CSIC) llegó a trabajar en un yacimiento de mi pueblo (El Cabaco, Salamanca). Me acerqué a verlos y María Ruiz del Árbol, entonces predoc, hoy directora del IH, me invitó a participar de la excavación con ellos. Al año siguiente repetí y ese septiembre comencé mi licenciatura en Historia con una clara vocación ya por la arqueología.

Tras finalizar tus estudios, te especializaste dentro de la rama en la gestión del patrimonio arqueológico y arqueología pública, es decir, las relaciones entre arqueología y sociedad contemporánea. ¿Qué destacarías de estas líneas de investigación?

La arqueología pública es una disciplina joven que empezó a extenderse de forma más clara mientras terminaba la licenciatura, lo que me permitió llegar en el mejor momento, el de la definición, más aún tras tener la oportunidad de continuar mis estudios en el University College de Londres, que fue el centro neurálgico de la arqueología pública global.

Guarda una relación muy estrecha con la gestión, una labor eminentemente política y muy interesante. El foco principal de esta investigación se basa en las relaciones que se establecen entre el patrimonio arqueológico y la sociedad actual, con todas las consecuencias que esta relación tiene en la forma de entender el pasado, la arqueología y las políticas públicas.

¿Cuándo empezaste a trabajar en el INCIPIT y en el marco de qué proyectos e investigación has ido desarrollando tu labor?

En 2017 con una beca postdoctoral de GAIN para implementar el proyecto #pubarchMED (Arqueología pública en el contexto mediterráneo), que me llevará de vuelta a Londres y Atenas durante los dos primeros años. En este tiempo, tuve la oportunidad de recorrer el Mediterráneo entrevistando profesionales y profundizando en la forma de gestionar espacios arqueológicos y las consecuencias que esta gestión tiene para la sociedad.

Con la pandemia, se trastocaron los planes del proyecto y la reincorporación a Galicia, pero al poco de terminar, en 2021, me reincorporé como gestor de la red de arqueología del CSIC (ArchaeologyHub-CSIC), ayudando al equipo de coordinación a poner en marcha las diferentes iniciativas que se planearon para sacar adelante este programa. En enero de 2023 dejé la red para incorporarme, también en el INCIPIT, a la Synergy Grant de la ERC liderada por Felipe Criado-Boado (XSCAPE Project on Material Minds) como Research Project Manager.

Dentro del INCIPIT, has sido gestor de la red de arqueología del CSIC y ahora ejerces como manager del proyecto ERC (XSCAPE). ¿Qué destacarías de estas responsabilidades?

Es bien sabido que la carga administrativa que tiene la investigación es cada vez mayor. Esto hace que una posición de gestión científica como la que ejerzo ahora acabe asumiendo también esa burocratización que nos consume, pero que a veces es necesaria. La gestión de este tipo de proyectos complejos en los que hay involucrados diferentes centros y bastante personal es un reto que no terminamos de afrontar de cara.

Con la red de arqueología tuvimos que adaptar procedimientos a la singularidad del programa dentro del funcionamiento del CSIC, por ejemplo. Pero en realidad es un trabajo que realmente se basa en facilitar la investigación y cuidar de que todo vaya como debe ir. Te conviertes en la mano derecha (o en la mente extendida, en el marco del proyecto actual) de los IPs y en la primera línea de comunicación para el equipo. Participas de la planificación económica y científica, implementas las cuestiones más logísticas y llevas el control del funcionamiento de los equipos y la comunicación con las agencias financiadoras, las gerencias y la ORGC. Un poco de “chico para todo” al final, especialmente con el déficit de personal que tenemos en casi todos los espacios en los que nos podríamos apoyar.

Personalmente me ha parecido una de las experiencias más enriquecedoras en mi vida profesional y que creo que me ha hecho crecer también como investigador, empatizando más con el lado administrativo y técnico de la ciencia al que tenemos que reconocer y felicitar siempre.

Acabas de publicar, en editorial Almuzara, “Eso no estaba en mi libro de Prehistoria”. ¿Cómo surge la posibilidad de publicar este libro y cuál es su cometido?

Como editor trabajo con un compañero de Madrid que colabora también con Almuzara y así surgió el primer contacto. Hace tiempo que quería escribir un trabajo muy divulgativo sobre arqueología y un poco antes de la pandemia surgió la ocasión. Esta serie de libros no tenía nada de Prehistoria y, en general, en aquel momento (por suerte ha mejorado mucho el panorama desde entonces), no había demasiada oferta en las librerías. Lo terminé en la primavera de 2021 y al final tardó otros dos años en salir… pero bueno.

Su objetivo principal es que personas como mis padres, que no tienen un interés especial por la historia o la arqueología, puedan acercarse a un texto ameno y didáctico que rompa un poco con los estereotipos del pasado. Aprender sin darse cuenta que la arqueología no es lo que nos han contado y la prehistoria fue muy interesante e intensa. Algunos compañeros me han comentado que lo ven bien para cursos introductorios de prehistoria, pero tengo que reconocer que lo concebí para un público general que se acerca por primera vez a estos temas.

¿En qué proyectos (tanto de investigación como divulgativos) estás inmerso?

Siempre estoy en un millón de cosas y a pesar del trabajo que tenemos con el proyecto XSCAPE, no me resisto a diversificar. En investigación, estoy todavía terminando de analizar datos de #pubarchMED y publicando cosas pendientes. De hecho, me quedan años de materiales. También estamos explorando retomar el trabajo sobre la profesión que quedó hace unos años en el aire al terminar el proyecto DISCO, que coordinó el INCIPIT en España antes de llegar yo. Se trata de algo a largo plazo que tenemos que diseñar bien, pero ya hemos sacado Eva Parga-Dans (ahora en el IPNA) y yo, una de las nuevas becas JAE Intro ICU para ir abriendo líneas. Y he de reconocer que la propuesta desde Presidencia del programa science4policy me llama mucho, porque es una de las cuestiones a las que me dedico y tendremos que explorar. Al fin y al cabo, se trata de uno de los puntos fuertes del INCIPIT.

En divulgación, suelo participar en diferentes actividades según surgen y dentro del proyecto XSCAPE estamos empezando a diseñar un programa a largo plazo para la comunidad de participantes en los experimentos.  Aprovecho para hacer una llamada a que la gente interesada se apunte en nuestra web.

Pero el proyecto más grande que tengo ahora mismo en divulgación es un nuevo libro, esta vez en la serie “¿Qué sabemos de…?” Que edita el CSIC con Catarata… obviamente irá sobre la estrecha relación entre arqueología y sociedad y espero que resulte interesante. Esperamos que pueda salir el año que viene.

¿Qué es lo más enriquecedor y lo más complejo de desarrollar tu labor en el INCIPIT?

Lo más enriquecedor del INCIPIT es el propio entorno de trabajo. Para las personas que nos dedicamos al patrimonio cultural se trata de un ambiente peculiar en el que confluimos muchas personas interesantes, haciendo además cosas que nos interesan. Ahora que el nuevo edificio nos permite crecer, tenemos la oportunidad de compartir muchas cuestiones que en otros lugares serían impensables. Además, tenemos muy buen ambiente y eso siempre ayuda. Complejo no sé si resaltaría algo. Hay detalles de la investigación que siempre cuestan, pero precisamente el ambiente ayuda mucho a ir superando los bloqueos.

¿Qué perspectivas futuras tienes?

Supongo que la que tenemos todos los laborales… la estabilización. Estoy pendiente de la Ramón y Cajal, ya que el año pasado fui suplente y eso da algo de esperanzas. Pero a la vez estoy trabajando en mi propia ERC como spin-off del proyecto XSCAPE. Mientras tanto, seguir trabajando a gusto y disfrutando de Galicia. Soñar está bien, pero tenemos suerte de poder vivir un buen presente aquí.

¿Quiénes son tus referentes en tu ámbito de investigación y cuál sería el hito, dentro de tus líneas de investigación, que te gustaría alcanzar?

Referentes siempre hay decenas y tengo la suerte de poder trabajar con algunos de ellos como el propio Felipe Criado Boado. Cuando comencé a trabajar en arqueología pública y gestión del patrimonio arqueológico, mis referentes eran la profesora M. Ángeles Querol (recién jubilada de la Universidad Complutense de Madrid) y Cornelius Holtorf (actualmente en la Linnaeus University, en Suecia). Con los años he tenido la oportunidad de compartir espacios y trabajo con muchos de ellos y eso es ya en sí un hito alcanzado. Ahora, lo que quiero realmente es poder terminar de desarrollar herramientas que sean útiles. La transferencia me parece esencial y tengo cosas en camino que espero poder ofrecer para una mejor gestión del patrimonio arqueológico que tenga un impacto positivo en la gente. La arqueología tiene un potencial extraordinario para los retos de nuestra sociedad y poder aportar un granito de arena en este proceso sería de lo más satisfactorio.