Doctor en 1989 por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor Titular de la Universidad de Santiago desde 1991 a 2000. Profesor de Investigación del CSIC desde 2001. Director del INCIPIT.
Fue coordinador del Área de Humanidades y Ciencias Sociales del CSIC 2003-2009), gestor del Área de Ciencia y Sociedad de CYTED (2009-2013) y presidente de la European Association of Archaeologists (2015-2021).
En 2023 ha recibido el Premio Nacional de Investigación ‘Ramón Menéndez Pidal’ que otorga el Ministerio de Ciencia e Innovación, y el Premio Gallego del Año, que otorga el Grupo Prensa Ibérica.
En el caso del primer premio, el fallo del jurado indica que se le otorga por “sus contribuciones pioneras e innovadoras a la arqueología, que han contribuido a nuestra comprensión de cómo las sociedades humanas han interactuado y modificado el paisaje en el transcurso de la historia. Destacan también sus estudios recientes que examinan cómo el mundo que construimos y habitamos modifica nuestra mente y nuestra forma de procesar la información. Sus singulares líneas de investigación dieron lugar a cambios paradigmáticos en la arqueología y la incorporación de nuevos conceptos y aplicaciones”. El jurado destaca también “su dedicación muy activa a la formación de jóvenes investigadores y su papel crucial en la creación de importantes centros de estudio en este campo. La excelencia, relevancia y proyección internacional de su dilatada trayectoria investigadora le hacen merecedor de este premio”.
En el caso del segundo premio, el fallo del jurado indica que “es un investigador audaz y riguroso que destaca por su contribución a la arqueología con planteamientos pioneros e innovadores. Define a Felipe Criado como “un activista del conocimiento, que defiende la necesidad de acercar la investigación a la sociedad”.
En primer lugar, enhorabuena por ambos reconocimientos. En cuanto al Premio Nacional de Investigación, ¿qué supuso para ti haberlo recibido?
Creo que acredita la trayectoria científica y vital que he seguido. He dedicado la misma importancia a la investigación fundamental y a su aplicación y relevancia social, al trabajo de campo y a la exploración de nuevos conceptos y teorías, a la formación de equipos y cuidado de sus miembros y a la consolidación de unidades e infraestructuras de investigación. No he rehuido responsabilidades en gestión de la ciencia, y aunque se puede pensar que eso perjudica la pura labor de investigación, para mí todo fue parte de lo mismo. Creo que he aprendido en la biblioteca, el campo y en los despachos oficiales. Puede parecer iluso, pero hay una cosa que se llama “etnografía”, que te permite documentar e investigar todos los procesos de los que eres parte.
¿Qué crees que supone, a su vez, para el INCIPIT y para el CSIC en Galicia?
Para el INCIPIT, un paso más en su consolidación como un instituto de referencia en su ámbito, los estudios transdisciplinares del patrimonio cultural, un sitio en el que se plantean preguntas distintas y se buscan respuestas a través de la convergencia de disciplinas y el diálogo fluido. Para el CSIC, mostrar que, a pesar del tamaño que tenemos en Galicia, hacemos ciencia de calidad y contribuimos activamente a la investigación gallega.
¿Cuándo tuviste noticia de que te habían concedido el premio y en qué o quién pensaste en aquel momento?
Me enteré el viernes 22 de septiembre. Estaba dando clase en una Escuela de Verano organizada por el ArchaeologyHub del CSIC, en una zona sin Wifi y mala cobertura. Al final de la mañana me conecté a Internet: un director de instituto tiene que estar atento a la firma, sobre todo a última hora de la semana, para no detener los procesos administrativos. Un recado de WhatsApp me advirtió que la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, intentaba contactar conmigo y que devolviera la llamada. En todo caso, consideré oportuno esperar a que el alumnado terminase su ronda de preguntas, lo que la ministra entendió después perfectamente. Ella me notificó, ante mi absoluta sorpresa, la concesión del premio.
Mientras la ministra hablaba, pensé por este orden en mi pareja, Maru Tallón; en mi madre, Mercedes Boado; en mis hijas (Laura, Claudia y Lucia), en mis compañeros y compañeras en el INCIPIT; en Luis M. Martínez (co-IP del proyecto XSCAPE, que representa para ambos nuestra más reciente aventura científica) y en el equipo de ese proyecto (los xscapers). Todos ellos conocen el esfuerzo de muchos años. Hemos pasado juntos los momentos buenos, y los malos. Por ese mismo orden les comuniqué la noticia inmediatamente por teléfono; en el caso del INCIPIT llamé a Cristina Sánchez-Carretero, su vicedirectora y en el caso del XSCAPE a Jadranka Verdonkschot, en representación de ambos colectivos.
Cuando todavía sonaban los ecos del Premio Nacional de Investigación, recibes otro reconocimiento, el Gallego del Año. ¿Qué supuso para ti y qué singularidades tiene en relación al otro reconocimiento?
Fue una nueva sorpresa. Muy distinta a la del Premio Nacional pero muy grata porque representa un reconocimiento por parte del contexto inmediato. A veces éste es lo más difícil de conseguir. Nuestro instituto, yo mismo, hemos trabajado y seguiremos trabajando mucho en y por Galicia, con una investigación de cercanía que a menudo interacciona de forma directa con comunidades rurales o de barrio. Pero no es fácil, sobre todo cuando en una Nacionalidad histórica se es parte de una organización general como el CSIC que además tiene una presencia tan activa como porcentualmente pequeña.
En tu carrera has enfrentado constantemente nuevos desafíos y movido en entornos muy distintos. Has sido coordinador de área en el CSIC, presidente de la Asociación Europea de Arqueólogos, gestor del programa CYTED… además de tu trabajo de investigación y labor en el INCIPIT. ¿Qué rasgos de tu carácter crees que te han ayudado en todo esto?
Hace muchos años que adopté como mía una frase del gran antropólogo francés Claude Lévi-Strauss. Le preguntaron qué era la antropología estructural a la que él se dedicaba. Seguro que el interlocutor se esperaba una respuesta sesuda y prolija. Pero fue muy conciso: “mi proyecto consiste en aproximar dominios de la realidad que nada anima a conciliar”. Creo que no hay mejor resumen de la empresa científica y de la actitud más adecuada para afrontarla. Es una actitud que implica la disposición a trabajar fuera de los marcos disciplinares concretos, a pensar e investigar de forma transdisciplinaria.
Suponemos que has recibido numerosas felicitaciones, algo que lo que ha quedado constancia en las redes sociales. ¿Algunas que hayas valorado especialmente?
Sí, las de gente que no esperaría, incluso que no conozco, y que me han escrito mensajes muy afectuosos diciendo que se sienten identificados porque comparten mi trayectoria y la perspectiva que yo mantengo sobre la ciencia y la investigación en Humanidades. Es muy bonito encontrar a alguien que te dice que se siente representado con el premio que te han dado a ti. Hace pocos años, las felicitaciones serían sobre todo telefónicas; hoy son por email y WhatsApp. Son mensajes que quedan escritos y lo agradezco, porque los guardaré con cariño para siempre. Además, todos juntos tienen un valor insospechado, que sus autores y autoras con seguridad no preveían: constituyen una estupenda antología de cómo gente muy diversa piensa que debe ser la investigación en Ciencias Humanas y Sociales.
¿Qué queda del Felipe Criado de sus inicios de la carrera investigadora? ¿En qué crees que ha cambiado para mejor y si en algo para peor?
Queda el entusiasmo. He ganado amplitud de perspectiva, gracias a la experiencia que uno va acumulando. Intento seguir siendo paciente, porque con los años y la falta de tiempo, tiendes a perder esa cualidad. Sin paciencia no puedes escuchar, que es una de las principales cosas que debemos saber hacer.
¿Cuáles han sido en estas décadas de trayectoria los momentos más gratos y cuáles los más ingratos?
Siendo honesto, el momento más ingrato fue el desenlace de una cátedra de I+D a la que me presenté en la USC en el 2000 y lo que vino después de ella. El problema no fue suspender; en ciencia nos evalúan todo el rato y ser aprobado o reprobado es algo para nosotros natural. El problema fue la campaña de acoso académico que llevó aquello aparejada; entonces nadie hablaba todavía de “acoso”. Pero al final quedan los momentos buenos. Incluso de aquello, porque a la postre propició mi entrada en el CSIC y un cambio total de mis perspectivas de vida y trabajo. El momento más grato fue sin duda cuando supe que nos habían concedido el proyecto XSCAPE en la convocatoria Synergy Grant del ERC, en octubre de 2020. Fue más que grato, fue un momento bonito, especial, mágico.
¿Cómo presentarías al público general tu línea de investigación?
Estudio la historicidad de las formas culturales del espacio. Un momento…, ya sé que esto no suena precisamente sugestivo al público general. Pero es fácil de explicar. Hay una cosa que es el espacio, y que es tanto un concepto cultural como una realidad empírica, el medio en el que vivimos. El espacio adopta diferentes formas, que son el resultado simultáneo de nuestra vida y relación con el medio y de la concepción o idea que tenemos del espacio. Todo lo que es construido, antes tiene que ser pensado. Estas formas son específicas de cada sociedad; donde nosotros vemos parques industriales otra gente vio campos de cultivo, otra rocas y fuentes que ordenaban el medio sin alterarlo, y otra a lo mejor un bosque silvestre infranqueable. Esa secuencia quiere decir que las formas del espacio están históricamente producidas; decir que “tienen una historia” no significa simplemente que son del pasado, sino que son el resultado de procesos sociales y políticos concretos. Cuando cambian los procesos, cambia la sociedad, pero también la forma y la idea de espacio. Esa es mi línea de investigación. En mi caso la ataco desde la arqueología, con datos, técnicas y métodos basados en el estudio de los restos materiales, que combino con las aportaciones de otras disciplinas. Y proyecto los resultados hacia el futuro, porque parto de datos que tienen naturaleza de “patrimonio” y la comprensión ampliada de éstos por el estudio, amplia y extiende sus valores patrimoniales. Esto me compromete con la conservación, gestión y valorización del patrimonio. Todo esto junto significa que no hago ciencia básica o aplicada, una dualidad falaz. Sino que procuro que mi trabajo, como el resto del INCIPIT, incorpore toda la cadena de valor de la ciencia.
¿Cómo es un día a día en la vida de Felipe Criado y del INCIPIT?
Suelo llegar a mi despacho a las 9.00 horas. Me pasó el día trabajando en el despacho, en el laboratorio, en reuniones de trabajo o seminarios. Hablo y escucho mucho; es un diálogo perpetuo. A menudo hago trabajo de campo o viajes de estudio; me muevo muchísimo. Casi nunca consigo volver a casa a las 18.00 horas. A veces llego a las 20.00 o más tarde. Sigo dando vueltas, en segundo plano, como cualquier investigador/a, a los temas de estudio. A veces tienes que trabajar por la noche. Otras, en momentos de presión o especial tensión productiva, tienes que estar varios días enfrascado. Cuando preparé la Synergy Grant del ERC me encerré en mi estudio tres semanas y casi no salía. Son cosas comunes a toda la gente que se dedica a la ciencia. Y sin embargo no son normales ni deben marcar el modelo a seguir. Cada vez nos preocupa más la salud física y psíquica en investigación. Pero esa preocupación debe ser parte de un compromiso mayor con el bienestar (en todos los sentidos) de la gente que trabaja en investigación. En el INCIPIT insistimos en que también el sistema de ciencia debe estar orientado por una lógica de cuidados. Pero la presión, la competitividad, la precarización del mercado de trabajo general y la ampliación de las estructuras de desigualdad, hacen difícil llevar a la práctica estos principios; y las personas más jóvenes, son quienes más lo pagan. Pero nadie libra…, a mayor responsabilidad, más autoexplotación. Me temo que es inevitable. También en ciencia tenemos el problema de quién cuida a los cuidadores; ¡que le pregunten a la presidenta del CSIC!
¿Qué consejo le darías a alguien que se esté iniciando en el mundo de la arqueología y que vea en ti a un referente a seguir?
Le pediría que no caiga en la trampa de hacer creer a la gente que la arqueología se reduce a excavaciones y a hallazgos maravillosos que acaparan portadas de periódicos. Le diría que piense, ante todo, que la arqueología es una empresa intelectual prodigiosa. No importa que se dedique a la investigación, la arqueología comercial, la gestión de patrimonio o la arqueología pública. La arqueología es una actividad tremenda, que junta el trabajo físico con el intelectual, el uso del pico con el dron o el superordenador, las preguntas sobre la esencia de las sociedades humanas con todo tipo de técnicas analíticas y arqueométricas, el estudio de los ambientes humanos con el medioambiente, las Humanidades con la Ciencia (en mayúsculas), la investigación sobre las condiciones históricas que determinan cada sociedad con el estudio de la materialidad, de los elementos materiales (muebles o inmuebles) que construimos los humanos (que ninguna otra ciencia considera como objeto de estudio). Su campo de investigación no es sólo el pasado, porque la naturaleza de los datos arqueológicos implica que éstos son actuales, que siguen existiendo aquí y ahora, en el presente, y que se proyectan hacia el futuro, seguirán existiendo incluso aunque deje de haber humanos. Ninguna disciplina implica, a mi modesto entender, tantas dimensiones distintas. Eso es lo que el arqueólogo o arqueóloga debe tener claro, y comprometerse en cuidar. Al hacerlo, encontrará un premio del que no solemos ser conscientes: será una persona que puede dialogar con muchas disciplinas y problemas diferentes, científicos o prácticos; tendrá una plasticidad que le permitirá ser aglutinante de muchas cosas que a lo mejor ni siquiera tienen que ver, aparentemente, con la arqueología. Conozco muchos ejemplos de arqueólogo/as, empezando por mi pareja, que se han desenvuelto muy bien en campos diferentes. Cuando los analizo, veo que su superpoder radica en que siguen pensando y trabajando como arqueólogos.
En estos momentos, ¿cómo ves tu horizonte en el mundo de la investigación? ¿Qué crees que te queda por lograr?
Uno tiene responsabilidades y cumple con ellas. Te dedicas con convicción y entusiasmo a ellas y haces lo que puedes, unas veces con peor suerte que otras. Todo lo que haces, lo que aparentemente logras, es el resultado de diferentes modulaciones del sentido del deber. ¿Es un mérito o privilegio ser director de un instituto del CSIC, u ocupar alguna de las otras responsabilidades que he tenido? No. Es un servicio.
¿Qué me queda por lograr? Quiero contribuir a acreditar el INCIPIT como una marca reconocida y singular, un instituto que sea un espacio dinámico de investigación-acción. Desde el punto de vista intelectual reconozco muchas cosas que están pendientes. Tenemos que entender cómo se configura la conciencia humana y cómo se relaciona con la historia, con los diferentes modelos de sociedad y orden cultural que han existido y existirán. Pienso seguir trabajando sobre eso. Pero es una empresa que ninguna persona puede completar sola.