El contrato de investigación y desarrollo entre el Consejo Superior de Investigaciones ientíficas (CSIC), a través del grupo Ecobiomar del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM), y Armadora Pereira (Proyecto AQUOPUS) con el fin de hacer viable la cría de las paralarvas de pulpo (Octopus vulgaris) en cautividad, imitando las condiciones en las cuales las paralarvas se desarrollan en su medio, ha comenzado a dar resultados.

“Desde hace más de dos décadas, nuestro grupo ha avanzado en el conocimiento de las primeras fases de desarrollo del pulpo en la naturaleza. Hemos obtenido por primera vez larvas planctónicas en cantidades suficientes como para hacer estudios de correlación entre las larvas de pulpo y las condiciones climáticas, abordando su ecología desde una perspectiva multidisciplinar. Uno de los puntos álgidos fue el esclarecimiento de la dieta del pulpo en la naturaleza, hito alcanzado en el marco de la tesis doctoral de Álvaro Roura Labiaga”, explica Ángel F. González, investigador científico y jefe del citado grupo de investigación.

En el marco de estas investigaciones surgió en 2017 el acuerdo de colaboración entre el IIM y Armadora Pereira con el que se apostaba por trasladar lo investigado en la naturaleza a condiciones de cultivo del pulpo con objeto de desarrollar una alimentación y suplementos nutricionales en base a su dieta natural y mejorar así su supervivencia en cautividad.

“Ello pivotaba sobre la obtención de un proyecto viable desde una perspectiva multidisciplinar y sostenible ecológica y económicamente, suministrando a las larvas de pulpo alimento que no dependa de otros recursos marinos explotados. Este proyecto, que plantea hipótesis basadas en la ecología de las larvas de pulpo en libertad, ha demostrado que es posible alimentar a larvas de pulpo sin larvas de crustáceos, administrando enriquecedores a la artemia que simulan la composición nutricional de las presas naturales”, destacan los miembros del grupo de investigación, quienes han confirmado que “estas variaciones en la dieta, así como en el medio físico, químico y biológico en el que se desarrollan las larvas, están dando buenos resultados con supervivencias que superan a las obtenidas con larvas de crustáceos a día 60 y con tasas de crecimiento superiores a lo publicado con artemia”.

La colaboración entre Armadora Pereira y Ecobiomar está en perspectiva de prorrogarse para acometer una segunda fase con el fin de obtener juveniles que sean sostenibles y rentables económicamente para poder criar pulpos “ecológicos” que alivien la presión pesquera sobre el recurso.

Las investigaciones en el medio marino

En paralelo a los estudios sobre el cultivo del pulpo en cautividad, es decir, bajo condiciones controladas, el grupo Ecobiomar continúa con la investigación sobre el pulpo en el medio marino. En la actualidad, lo hace a través del proyecto CALECO, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

La última publicación sobre el ciclo de vida y la ecología de las larvas de pulpo común cuenta con la colaboración de investigadores australianos, en el marco de un proyecto anterior (CAIBEX) financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia.

“El ciclo de vida del pulpo esconde todavía muchos secretos, especialmente en lo referente a su etapa de vida planctónica. La especie tiene un ciclo de vida complejo, que incluye una etapa de dispersión larvaria en el plancton (etapa planctónica) que dura unos dos meses, seguida de una etapa de asentamiento en el fondo donde se desarrollan hasta ser adultos (etapa bentónica), completando el ciclo en menos de dos años” explica Ángel F. González.

“Hasta la fecha, toda la investigación realizada con paralarvas de pulpo en libertad se centraba en paralarvas recién nacidas -máximo de 10 días de vida planctónica- cuando sólo tienen tres ventosas en cada brazo y se encuentran en la zona costera. En este contexto, surge la siguiente pregunta: si permanecen en el plancton hasta tener unas 22-23 ventosas, momento en el que pasan a ser juveniles por el fondo… ¿dónde están las paralarvas de pulpo de más de tres ventosas y qué mecanismos emplean para desplazarse?”, añade Alvaro Roura, investigador en el grupo Ecobiomar.

Se desveló que las paralarvas de pulpo son el único ejemplo de cefalópodo costero que desarrollan su etapa planctónica en el océano, a diferencia de calamares, potas o sepiolas, que completan esta etapa sobre la plataforma continental (máxima profundidad 200 metros). En total, se encontraron 74 paralarvas de pulpo hasta 200 kilómetros mar adentro, 58 de ellas con entre 4 y 15 ventosas, capturadas entre los 5 y los 500 metros de profundidad en océano abierto, sobre fondos que oscilaron entre los 787 y los 3100 metros de profundidad.

Otra incógnita que se resuelve en este artículo es cómo son capaces esas paralarvas de viajar más de 200 kilómetros mar adentro siendo ejemplares de sólo 3 milímetros. Para dar respuesta a esa cuestión los científicos del CSIC monitorizaron y muestrearon las masas de agua fría que son transportadas por el viento durante el verano, conocido como afloramiento costero, en el Noroeste de la península ibérica (campaña oceanográfica CAIBEX-I) y en Marruecos (campaña CAIBEX-III).

“Se observó que las larvas de pulpo se benefician de estas “autopistas” de agua fría superficial que fluye hacia mar abierto – los filamentos – para desplazarse desde la costa sin consumir energía. Por el contrario, las otras diez especies costeras “escapan” de dichas autopistas cambiando su posición vertical en la columna de agua y evitando así ser transportadas a mar abierto”, explica Álvaro Roura.

Los resultados de este estudio acaban de ser publicados en la revista Progress in Oceanography (https://authors.elsevier.com/a/1XyPtI7ECgA61).

Se ha demostrado que es posible alimentar a larvas de pulpo sin larvas de crustáceo, administrando enriquecedores a la artemia que simulan la composición nutricional de las presas naturales.

El último artículo científico publicado por el grupo de investigación Ecobiomar (CSIC-IIM) también ha desvelado que las paralarvas de pulpo son el único ejemplo de cefalópodo costero que desarrollan su etapa planctónica en el océano, a diferencia de calamares, potas o sepiolas, que completan esta etapa sobre la plataforma continental.