Director del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit).

Dirige, desde su creación en 2010, el Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit). ¿Qué destacaría de sus inicios?

Su punto de partida fue un grupo de investigación de larga trayectoria, el Laboratorio de Patrimonio, Arqueología y Paisaje, que antes estuvo en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento y en la Universidad de Santiago de Compostela. El Incipit se puso en marcha en tiempos de crisis y creo que eso, y otras adversidades, han forjado en parte su carácter. Apostamos por la captura de talento externo y por cofinanciar los contratos de convocatorias públicas de nuevos investigadores (pre y posdoctorales), con lo que captamos gente que mantuvo el instituto joven y nos hizo mejores. A esa política en recursos humanos se unió el éxito en la obtención de proyectos. Todo ello nos permitió crecer de forma dinámica, ganar visibilidad fuera y alinearnos con buenos socios internacionales.

¿Cuál fue en sus inicios el cometido de su investigación?

Nuestra estrategia básica fue definir un problema de investigación común, capaz de cubrir proyectos y desde el que se despliegan diferentes líneas de investigación: cómo el patrimonio llega a ser patrimonio (lo que llamamos “procesos de patrimonialización”) y cuál es “la cadena de valor del patrimonio cultural”.

Como director de un centro de investigación de humanidades, ¿qué diferencias cree que hay entre el trabajo en esta área y las otras?

Personalmente abogo por que no haya más diferencias que las derivadas del diferente tipo de objeto de estudio. En cuanto al caso concreto del Incipit, realmente no nos identificamos como un instituto de humanidades, pues más bien nos dedicamos a las ciencias humanas y sociales y, además, somos un instituto construido en torno a un problema de investigación que abordamos de forma transdiciplinaria. No somos un instituto disciplinar ni interdisciplinar, sino centrado en una práctica que es profundamente transversal: Astrofísica, Ingeniería de la Información, Arqueología y Antropología, Ciencias de la Tierra, Paleoambiente o Arquitectura.

¿Qué hace diferente, singular, al Incipit de otros institutos y centros de investigación, del CSIC y de otros agentes del sistema de I+D+i?

En Galicia, realmente, no hay centros similares dentro de estas coordenadas. Nuestra principal singularidad radica en que nos centramos con perspectiva integral en la cadena de valor del patrimonio. Por eso nos interesan mucho los primeros peldaños del patrimonio (qué es, dónde ésta, por qué llegó a serlo, qué función y significado tuvo en el pasado y cómo esta atribución de valor ha hecho que se haya conservado a lo largo del tiempo y se defina hoy como “patrimonio”) y los últimos (cómo se valora hoy, a qué procesos de producción de valor coadyuva y para qué sirve). Otro rasgo del Incipit es que contestamos estas cuestiones desde una perspectiva muy pragmática, que nos hace dar una importancia especial a la transferencia de nuestro conocimiento. Este pragmatismo también aflora en que utilizamos el patrimonio para comprender lo social y sus transformaciones, como punto de observación para analizar la realidad, situarnos en ella y arriesgar soluciones a problemas..

¿Cómo valoran en el Incipit la transferencia?

Empezamos apostando por ella en 1991, cuando pocos habían oído hablar de ella y casi nadie la hacía en el ámbito de las humanidades. Desde muy pronto nos comprometimos con ampliar su noción y práctica: discutimos el concepto de “transferencia de tecnología” y apostamos por “transferencia de conocimiento”, discutimos la transferencia basada en patentes y la centrada sólo en colaboraciones con la industria y apostamos por los procesos participativos con agentes sociales para co-construir soluciones basándonos en la identificación de necesidades y en el conocimiento experto de las disciplinas en las que somos especialistas. A día de hoy, toda la investigación del Incipit gira sobre este vector, examina las transformaciones sociales en marcha a través del gran operador que es el patrimonio cultural, y busca fórmulas de activación del conocimiento y las prácticas relacionadas con el patrimonio para producir valor y bienestar social.

¿Podría mencionar algunos ejemplos en los que investigaciones del Incipit hayan contribuido especialmente a la mejora algún aspecto relacionado directamente con Galicia?

Cuando a inicios de los 90 Galicia afrontó grandes proyectos de infraestructuras imprescindibles para su modernización (Oleoducto, Red de Gasificación, primeras autovías), uno de los grupos fundacionales de lo que hoy es el Incipit, radicado entonces en la Universidad de Santiago de Compostela, contribuyó a estos proyectos ocupándose de su compatibilización con el patrimonio cultural y arqueológico. En estrecha coordinación con la Dirección Xeral de Patrimonio de la Xunta, se consiguió construir esas infraestructuras sin retrasos ni grandes conflictos. Como ejemplo más reciente, el Incipit ha reforzado las opciones para la declaración de la Ribeira Sacra como Patrimonio Mundial al evidenciar las bases y cronología histórica del paisaje de terrazas objeto de la declaración.

¿Qué le diría a una persona que no considere una prioridad invertir en investigación?

Nada, pues considero que cada uno es muy libre de pensar lo que quiera, incluso aunque esté equivocado. A quienes sí les diría algo es al personal de I+D+i: tenemos que ganarnos todos los días el apoyo social a la ciencia y creo que cuantas más expectativas creemos, más frustraremos a la gente y eso al final genera desconfianza y descrédito. Por eso no sirve de mucho usar tópicos como que la inversión de hoy en ciencia es bienestar para mañana. En cambio, es necesario trabajar con la gente, implicándola en el proceso de conocimiento, advirtiendo que no tenemos ni tendremos respuesta para todo, pero que podemos mostrar que lo más inteligente es tomar decisiones basadas en evidencia seria y rigurosa, lo que es una mejor forma de decidir qué hacer que basarse en la religión, la tradición o la ideología. No obstante, hay también que insistir a la gente en que esas decisiones no las toma la ciencia, sino que son políticas.

¿Quiere lanzar un mensaje específico para el personal de I+D+i que no quiera acercar sus investigaciones a la sociedad?

Que tenemos que acercar nuestra investigación y para ello tenemos que ser activistas del conocimiento, prodigarnos en medios de comunicación, redes sociales, blogs, foros, y grupos de trabajo, así como colaborar con activistas sociales. Es cierto que el sistema de ciencia no nos evalúa por ese trabajo, pero no es una cuestión de premios, sino de compromiso con la sociedad y la ciencia. No obstante, hay que recordar que las métricas de evaluación científica cambian históricamente. Nada hace suponer que dentro de 20 seguiremos anclados en una forma de evaluación científica que ha demostrado ser útil para incrementar la productividad de artículos científicos, pero nos ha alejado bastante de las empresas, mucho de la sociedad y casi totalmente de la producción de valor dentro de la nueva sociedad del conocimiento y basada en información.

¿Podría poner como ejemplo alguna situación en la que sus conocimientos científicos le hayan servido en su vida cotidiana?

Falta demostrar que el personal científico se sirva de la ciencia en su vida cotidiana. Es bien sabido que durante nuestra jornada de trabajo estamos en el laboratorio siguiendo el método científico, llegamos por la noche a casa y nos enfadamos con nuestra pareja por un malentendido que no tiene base alguna. Sin embargo, es cierto que uno puede aplicar las bases del método científico a casi todo aunque no se trate de investigación: aislar el problema, proponer una forma de acción, juntar información relevante, analizar los datos, someter nuestra opinión a discusión de otros, revisar los intereses en juego, identificar los conflictos de interés, aceptar los puntos de vista ajenos y descreer de los nuestros. Yo intento hacerlo casi siempre. Por eso no suelo enfadarme ni personalizo muchas cosas.